Carta de Susana Castellanos, voluntaria en el proyecto en agosto de 2005

Testimonio de Susana Castellanos

 

«Llegamos de vuelta a la parroquia el Domingo por la noche, muertas después de un viaje de curvas y baches en buses prehistóricos. El lunes primer despertar con patojos (así llaman a los niños aquí) al saludo de «buenos días Seño» en plan cantarín. Todo eran caras sonrientes y curiosas…

Por la mañana hacemos alfabetización (con niños que no van a la escuela) y después de comer tutorías con niños de varios colegios. El resumen de la semana: miles de pequeños momentos llenos de sensaciones que aun me cuesta explicar. Sonrío más que nunca, me río sin parar, y me emociono a cada minuto y todo esto en un entorno de lo más pobre, de lo más duro,… puedo decir que ahora he visto la pobreza y la miseria y sus gente y sin embargo todas las sensaciones que me han transmitido hasta ahora son buenas. Claro, impotencia también, pero se ve de otra forma, es un impotencia que no te deja abandonar que te hace hacer más y más…. ay que filosofada!!! Con las gentes del proyecto estoy contenta, claro que siempre hay cosas que cambiarías que no te gustan y demás pero quien no ha sentido eso en sus propios entornos.

Este fin de semana, lo pasaremos aquí, de momento, hemos organizado un taller de expresión corporal y organizaremos otro de juegos y canciones, aquí los niños, aunque suene fuerte, no saben juegos tan simples como las palmas con canciones típicas de la infancia… se quedan mirándote con una sonrisa de oreja a oreja con unos ojos muy abiertos y te dicen «otra vez seño» (lo de seño no va por profe aquí todo el mundo se trata de señorita o señora o doña, lo dicen tan dulce y cantarín que suena distinto y te gusta). Estos patojos están hipo estimulados, a penas saben colorear, no juegan, solo se persiguen unos a otros,… sus manos y sus cuerpos a pesar de ser pequeños son fuertes y robustos, te agarran la mano y casi que te hacen daño, son niños trabajadores desde muy muy pequeños, son como adultos en miniatura… haces el gesto de querer dar un abrazo y tienen el reflejo de protegerse, imaginaos como son sus relaciones con los adultos, algunos todavía no se dejan tocar mucho, sus cuerpos están rígidos ante el menor contacto físico…

Después de esto, me daría con un canto en los dientes si conseguimos que vivan su Infancia aunque sea unas horitas al día cuando estén aquí.»