La historia de 20 años que Sergio nos cuenta de Comunidad Esperanza es historia de APROEDI. Nacimos unos meses más tarde, habiendo conocido ya el sueño de Sergio: crear comunidad con aquellas personas, niños, jóvenes, adultas, pobres entre los pobres. Comunidad en la que el sueño de futuro llegará cargado de esperanza. Y APROEDI se encontró en ese sueño. Sueño hoy hecho realidad. ¡FELICIDADES!
Este 2023 Comunidad Esperanza está cumpliendo 20 años de existencia: un tiempo ya largo acompañando a la población vulnerable de la periferia de Cobán, en el norte de Guatemala, y ayudando a que muchos niños y jóvenes puedan tener un futuro.
El proyecto nació en el vertedero de esta ciudad, ese lugar adónde va a parar mucha gente excluida de las oportunidades que les son negadas por el Estado mismo y por un sistema que privilegia a las élites empresariales pero que no redistribuye la riqueza entre el pueblo. Hace unos días, participando en un foro, expresaba cómo las periferias son -metafóricamente- los desaguaderos de esa gente que ha tenido que huir de las zonas rurales de este departamento (el más pobre del país) a causa de la violencia, la falta de tierras para el cultivo, el hambre y la búsqueda de mejores oportunidades de vida.
Sin embargo, este futuro mejor que imaginaban era solo un espejismo. Las nuevas generaciones han comenzado a migrar hacia los Estados Unidos en busca del mismo sueño, exponiéndose a muchos peligros y sin saber apenas si lograrán cruzar la frontera. Como siempre, los países más ricos y poderosos son ciegos y sordos ante el clamor de los pueblos del sur.
La Ciudad de la Esperanza ha tratado de ser la mano que se tiende a la gente de la periferia, para ayudarle a dignificar su vida a través de procesos de educación y acompañamiento integral orientados especialmente a la niñez y juventud.
Veinte años son mucho tiempo, pero un tiempo para ver vidas transformadas, para sanar a los más heridos, para aprender de ellos y soñar nuevos horizontes. Mucho de todo lo que hemos logrado lo debemos a la generosidad de personas como ustedes que, sin apenas conocernos, han creído que otro mundo es posible. Gracias por todo lo que eso significa para los más pobres.
De las sorpresas más agradables ha sido encontrarnos con antiguos alumnos que han logrado con mucho esfuerzo terminar la universidad y encontrar un empleo digno. También hemos tenido el privilegio de ver vidas transformadas desde la raíz como la de Raquel, una niña del vertedero, víctima de violencia sexual, que después de un camino de años para reconstruir su vida, ha ingresado a la universidad para estudiar Trabajo Social con la intención de ayudar a otras mujeres que han vivido experiencias similares. Tis, un niño campesino que, al finalizar el Bachillerato, estudió cocina y ahora es un chef exitoso y propietario de un restaurante. Víctor, que se graduó en la universidad como profesor de Matemáticas gracias a una beca y que ahora, a la par de su trabajo, estudia para convertirse en ingeniero forestal con el fin de llevar desarrollo a su comunidad. Aníbal, quien llegó buscando una oportunidad para estudiar y que luego da varios años de esfuerzo y gracias a su talento y capacidad se convirtió en psicólogo educativo y ahora dirige nuestro centro educativo.
Poco a poco se han ido fortaleciendo los distintos departamentos de atención, que ahora están a cargo de profesionales capaces y con un profundo sentido de responsabilidad social. El departamento de Salud y Atención Social está a cargo del trabajador social Juan Pablo Juc; el departamento de Educación, a cargo de Aníbal Gatica; el departamento de Acompañamiento a Víctimas de Violencia, a cargo de Rosario Pineda, graduada en Gestión Pública y diplomada en Derechos Humanos.
A propósito de este último departamento, debo señalar cómo, a pesar de los escasísimos recursos, ha hecho una labor admirable en favor de niñas y mujeres (también hombres) que han sido objeto de abusos, violencia intrafamiliar y violencia sexual, hasta el punto de haber llevado a los tribunales respectivos casos de alto impacto, logrando condenas significativas, pero también apoyando a las víctimas a retomar su proyecto de vida. Sin duda alguna, esta es una de las áreas más novedosas y de alto impacto de nuestra organización.
El hecho de cumplir veinte años nos ha llevado a iniciar un proceso de reflexión que queremos nos permita afianzar nuestro compromiso y nuestra misión, de manera que logremos influir en la mentalidad de nuestros niños y jóvenes para que sean sujetos de transformación y de desarrollo en sus comunidades. Huelga decir que diversas organizaciones y entidades públicas han llegado a reconocer nuestra labor, una labor que sustituye a la que un Estado ineficiente y corrupto debería de estar desempeñando.
Sin embargo, nosotros sabemos que estamos yendo mucho más allá y que nuestra tarea está revestida por un enorme sentido de trascendencia. Como señalé arriba, soñamos con una sociedad más humana y más justa.